lunes, 8 de junio de 2020

EMOCIONES EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS

En estos meses de barullo mental y emocional, expresar lo que sentimos es fundamental para regular nuestras emociones de manera saludable. Los cuentos, los dibujos, la música…son formas de expresión que pueden ayudarnos canalizar este torrente de sensaciones.

Muchas veces nos decimos “a mí eso se me da fatal”. No importa; lo valioso es el proceso, así que simplemente, hazlo. El resultado verdaderamente importante es tu bienestar.

Yo lo hice. A mediados de Abril, después de pasar la fase dura de esta pandemia, di rienda suelta a mis sensaciones en forma de relato. Hoy, quiero compartirlo.

DESDE MI VENTANA

Otro día más, aquí sentada, mirando por mi ventana, veo el cielo gris, las montañas tapadas por las nubes, el viento azotando fuerte la hierba y la lluvia lacerando los campos.

                                             La imagen puede contener: cielo, hierba y exterior

Desde mi ventana, veo como el mundo se ha paralizado ante un enemigo invisible y diminuto, pero fuerte y poderoso. Veo calles vacías, llenas de miradas nostálgicas y ansiosas por poner los pies sobre las aceras, pies que los lleven a despertar a las distintas rutinas, esas por las que tantas veces se protesta y que ahora se hacen tan necesarias y son tan anheladas.

Desde mi ventana veo besos y abrazos, volando perdidos, sin un cuerpo donde estamparse, deseosos de perder el miedo que ahora tienen de rozar y de sentir el calor humano.

Veo lucha derrotada, lágrimas de desastre humano, despedidas sin hacer y obligada soledad de personas que se encontraron de repente en mitad de este huracán biológico.

Un puñal atraviesa mi garganta, una sensación de asfixia pesa sobre mi pecho pensando en todo lo que pasó, lo que pasa y pasará, pensando en un futuro de desconfianza en el otro por si porta este arma tan peligrosa, de no poder ver sonrisas, tapadas por las telas que a la vez nos protegen, por la incertidumbre de no saber si habrá más ataques o cómo remontaremos las actividades que nos dan sustento.



En definitiva, por la falta de libertad para movernos sin miedo. De repente, un rayo de sol roza mi cara, siento el calor que me despierta de mi letargo, y me doy cuenta de que se abren claros por donde entra luz. Desde mi ventana también veo miradas de solidaridad, de unión entre personas que antes no se miraban en sus edificios compartimentados.

Veo sonrisas y aplausos, música y conversaciones, bizcochos repartidos por las puertas, personas reinventándose en busca de un presente mejor para ellos y para los que les rodean. Veo lucha vencedora, que con sus cuidados gana terreno al enemigo invisible, empoderada por el afán de agarrarse a la vida de tantos heridos que consiguen levantarse y seguir.

Veo pantallas llenas de sonrisas, de brindis, de besos y abrazos virtuales que llegan a los corazones de sus destinatarios, llenando el vacío que da la soledad y el hastío, dando esperanza, sabiendo que pronto podrán sentir ese deseado calor humano.

Siento alivio en el pecho pensando en un futuro lleno de aprendizaje y de valor, de paciencia, sabiendo que al final de este camino, se encuentra la vida tal y como la conocemos, tal y como nos hace felices. Desde mi ventana veo el arco iris.

martes, 28 de abril de 2020


ANSIEDAD, ESA “AMIGA” INSEPARABLE

¿Qué es la ansiedad? Os preguntaba en estos días. Podemos  encontrar muchas respuestas y maneras de sentir esta sensación, por ejemplo:

                             



Estas cosas tan cotidianas, que a todo el mundo alguna vez nos pasa, no dejan de ser síntomas de ansiedad.

 Pero la gran pregunta es: ¿La ansiedad es siempre mala?


 La respuesta es NO. 



Vamos a ver la diferencia entre la ansiedad normal y la ansiedad que no lo es.


ANSIEDAD NORMAL      
ANSIEDAD ANORMAL O PATOLÓGICA
Reacción normal y adaptativa de nuestro cerebro
a las demandas del ambiente que nos rodea, ante el peligro, el estrés y la incertidumbre.
Nuestro cerebro sigue interpretando las señales del ambiente y las señales internas como amenazantes  o no seguras a pesar de que ese estímulo no es peligroso o no está presente en ese momento.
Puntual o de corta duración y de poca intensidad
Mantenida en el tiempo y de una intensidad moderada o fuerte. Se cronifica
No genera problemas a largo plazo
Puede interferir en la vida cotidiana, generar una excesiva  preocupación, sensación  alerta la mayor parte del tiempo y ser la base de  trastornos de ansiedad como las fobias, los ataques de pánico, ansiedad generalizada, etc.
Sirve para solucionar un problema o afrontar de manera efectiva una situación determinada
No sirve para afrontar de manera adecuada una situación, al contrario, nos dificulta lograr nuestros objetivos y disminuye nuestro bienestar.


Las personas percibimos al mundo y a nosotros mismos a través de nuestros sentidos. Los estímulos, ya sean externos o internos, llegan a nuestro cerebro que interpreta la información y da órdenes para preparar al cuerpo para la acción. Si la interpretación es positiva, el cerebro se queda tranquilo o genera sensaciones positivas y todo fenomenal. 


¿Pero si la interpretación es negativa?

El cerebro capta la señal de peligro y miedo y se prepara para defendernos generando sustancias que disponen al cuerpo para ello: aumentando la atención y la alerta, tensando la musculatura que puede ser necesaria para huir, acelerando el corazón para que bombee más sangre a esos músculos que ahora la necesitan más, entre otras reacciones,  que nos preparan para enfrentar el peligro.

 Imaginaos que vamos paseando y nos encontramos a un lobo. ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Cómo estaría nuestro cuerpo ante semejante peligro? 


Pues esa es la ansiedad saludable que prepara al cuerpo ante un peligro real y puntual. También la ansiedad normal del día a día ante los retos nuevos, ante algo desconocido, o a enfrentarnos a algo desagradable para nosotros…nos pone a punto para afrontar el día a día de una manera más efectiva. Por eso es normal que acabemos agotados después de un día con mucha exigencia exterior e interior.

Las experiencias altamente estresantes en nuestra vida, a veces,  se  congelan en la memoria de nuestro cerebro y para él es como si viviéramos en una constante situación de peligro y de alerta  a nivel inconsciente, con lo que nuestro cuerpo se queda más  o menos activado de manera continua, incluso no siendo capaces de permanecer tranquilos sin hacer nada que nos distraiga.


 Y cuando esta ansiedad, que en principio es normal y adaptativa, se prolonga en el tiempo, el cuerpo resiste, pero al final se agota y notamos todas estas sensaciones que describíamos al principio: 

Falta de concentración y memoria 
Alteración del sueño
Falta de aire
Sensación de intranquilidad
Dolores musculares y de cabeza

 Muchas veces nos acostumbramos a estas sensaciones y no le damos la debida importancia, pero la ansiedad sostenida en el tiempo es perjudicial para nosotros y puede ser la base para otro tipo de trastornos como la depresión o los ataques de pánico, dolores en distintas partes del cuerpo u otras afecciones físicas.

 Por eso, es importante afrontar los efectos de la ansiedad, aprender a bajar esa activación del cuerpo mediante diferentes técnicas o contar con la ayuda de un profesional de la psicología que nos ayude a colocar bien la información en nuestro cerebro para que los efectos de la ansiedad prolongada sean lo más mínimos posibles.








miércoles, 15 de abril de 2020



EL DUELO EN TIEMPOS DE CORONAVIRUS




Perder a un ser querido suele ser una experiencia muy dolorosa. Se puede experimentar un gran sufrimiento, que en circunstancias normales, se va superando con el paso del tiempo. Se necesita un periodo de ajuste para la aceptación de la pérdida y para continuar con nuestra vida normal. Sin embargo, si el dolor es demasiado intenso o se sufre una gran conmoción con la pérdida, el duelo y nuestra recuperación posterior no se harán de una forma sana. Así puede suceder en las circunstancias que actualmente nos acontecen con el COVID-19.

Las personas que han perdido un familiar o un amigo no han tenido la oportunidad de acompañarlo en la enfermedad, recibir consuelo y cariño de otros seres queridos o asistir a un funeral u otro ritual de despedida dada la situación de confinamiento y aislamiento. Esto puede ir acompañado de una tristeza más profunda, de sentimientos de rabia, de impotencia, de soledad, de desamparo, de búsqueda de culpables ante este enemigo invisible e inesperado que es el coronavirus, etc. En fin, una larga lista de razones por las que el proceso de duelo sano puede detenerse y convertirse en un duelo complicado que a la larga nos de problemas psicológicos como tristeza persistente, ansiedad, problemas para dormir, problemas para relacionarnos, etc.




   ¿Y qué podemos hacer para minimizar el impacto de la muerte de un ser querido ahora durante el aislamiento? Lo más importante es poder despedirse. En casa se puede hacer un pequeño ritual, encender una vela, decir unas palabras, dedicarle su comida preferida…cualquier acción que nos sirva para hacer llegar nuestro cariño a ese ser querido que ya no está. Otra cosa que nos puede ayudar es imaginar que lo tenemos delante, que le abrazamos o le decimos todo aquello que se nos quedó pendiente por hablar o resolver con él o ella, o lo que se nos quedó pendiente por decir, o cualquier cosa que necesitemos comunicarle. También podemos escribirlo en una carta o hacer un dibujo o expresarlo de la forma que prefiramos.

 El caso es poder hacer una acción que nos ayude a despedir a la persona que ha fallecido, ya que en ausencia de un funeral y por la forma repentina de suceder de los hechos, no se ha podido realizar.

Permitirnos llorar y sentir dolor también es muy importante, ya que forman parte del proceso de sanación. Pero permitirnos también tener buenos momentos es necesario para recuperarnos mejor. Tener momentos de aislamiento para ir integrando esta nueva situación es saludable, pero también hay que apoyarse en otras personas, hablar de cómo nos sentimos, de la pérdida, de la persona fallecida y de los buenos recuerdos también es fundamental para ir digiriendo el dolor. Para ello tenemos las nuevas tecnologías que nos conectan con los demás haciendo videollamadas, que aunque no suple al contacto físico y a los abrazos, nos pueden hacer llegar mucho cariño y compañía.





Con el paso del tiempo, tenemos que estar atentos y notar si se va resolviendo el duelo con normalidad o se va haciendo complicado, se ha quedado encapsulado y nos está impidiendo una vida normal. Por ejemplo, si notamos la mayor parte del tiempo una gran tristeza, ansiedad, nerviosismo o rabia, o si tenemos pesadillas o se nos vienen a menudo a la cabeza imágenes sobre nuestro familiar o sobre las circunstancias de su muerte, o no podemos hablar de la persona sin llorar desconsoladamente, o no somos capaces de deshacernos de sus cosas, entre otros, son síntomas que nos alarman de que no estamos resolviendo bien el duelo y es aconsejable que busquemos ayuda de un especilista.

En muchas ocasiones, la vida no nos lo pone fácil, pero el ser humano tiene la capacidad maravillosa de hacer frente a las adversidades, superar el dolor y seguir adelante. Y cuando sólo no se puede, lo más inteligente y valiente es reconocer las propias dificultades y pedir ayuda para salir fortalecido de una mala experiencia.


Y esta ayuda te la puede prestar un profesional de la psicología.




                                                                              Vector de Personas creado por pch.vector - www.freepik.es




PARA QUÉ SIRVE UN PSICÓLOGO



Un psicólogo es un profesional que se ocupa de procesos tan humanos como el comportamiento, el pensamiento y las emociones y cómo todo esto se relaciona con el entorno que rodea a la persona. Los psicólogos pueden prestar ayuda para modificar una manera de sentir, de pensar y de comportarse que puede estar causando problemas o sufrimiento en la persona. 


Igual que cuando nos duele el estómago vamos al médico, ¿por qué no vamos al psicólogo cuando nos duele “el alma” ?

                                                                          

 Es decir, cuando tenemos emociones o pensamientos desagradables y duraderos en el tiempo que nos impiden sentir bienestar y lograr nuestros objetivos?

Muchas veces no damos tanta importancia al sufrimiento emocional como deberíamos, parece que nos educan para poder con todo. Pero ese malestar es muchas veces el origen de comportamientos y pensamiento que nos causan problemas añadidos, que a la vez agravan ese dolor interno.

Un psicólogo NO sirve para desahogarse, ni dar consejos (eso lo puede hacer muy bien un amigo, un familiar o un sacerdote).Lo que hace es usar diferentes técnicas basadas en las mejores investigaciones científicas para trabajar junto a la persona interesada, y así poder curar heridas causadas por malas experiencias de la vida y que nos dejan huella y entender qué nos está pasando y por qué. También nos dan diferentes herramientas para poder afrontar los retos de la vida de manera saludable.


Imagina que somos como un árbol, que según va creciendo, está expuesto a días soleados y agradables que le llenan de luz y le ayudan a crecer, y a días tranquilos de lluvia que le dan de beber, pero también está expuesto a vientos fuertes o granizos que le pueden dañar o a periodos de sequía largo que lo pueden dejar débil o a insectos que coman sus hojas. Aún así, el árbol sigue adelante, sobreviviendo como puede, pero sobreviviendo. Surgen sus agallas para reparar los daños, logra defenderse de plagas y sigue adelante, pero con el tiempo, se le pueden partir ramas, o incluso se le pueden secar y no dar frutos. Si un jardinero o un agricultor se ocupa de podar esas ramas que impiden un buen desarrollo, o poner una guía o tutor para que el árbol crezca fuerte y derecho, o lo riega para que pueda dar buenos frutos, ese árbol además de sobrevivir, se desarrollará mucho más feliz, será más productivo y más bello



                                                                  FreeImages

El psicólogo sería como ese jardinero que nos ayuda a desarrollarnos más plenos y felices en el camino de la vida.