EMOCIONES EN TIEMPOS DEL CORONAVIRUS
En estos meses de barullo mental y emocional, expresar lo que sentimos es fundamental para regular nuestras emociones de manera saludable. Los cuentos, los dibujos, la música…son formas de expresión que pueden ayudarnos canalizar este torrente de sensaciones.
Muchas veces nos decimos “a mí eso se me da fatal”. No importa; lo valioso es el proceso, así que simplemente, hazlo. El resultado verdaderamente importante es tu bienestar.
Yo lo hice. A mediados de Abril, después de pasar la fase dura de esta pandemia, di rienda suelta a mis sensaciones en forma de relato. Hoy, quiero compartirlo.
DESDE MI VENTANA
Otro día más, aquí sentada, mirando por mi ventana, veo el cielo gris, las montañas tapadas por las nubes, el viento azotando fuerte la hierba y la lluvia lacerando los campos.
Desde mi ventana, veo como el mundo se ha paralizado ante un enemigo invisible y diminuto, pero fuerte y poderoso. Veo calles vacías, llenas de miradas nostálgicas y ansiosas por poner los pies sobre las aceras, pies que los lleven a despertar a las distintas rutinas, esas por las que tantas veces se protesta y que ahora se hacen tan necesarias y son tan anheladas.
Desde mi ventana veo besos y abrazos, volando perdidos, sin un cuerpo donde estamparse, deseosos de perder el miedo que ahora tienen de rozar y de sentir el calor humano.
Veo lucha derrotada, lágrimas de desastre humano, despedidas sin hacer y obligada soledad de personas que se encontraron de repente en mitad de este huracán biológico.
Un puñal atraviesa mi garganta, una sensación de asfixia pesa sobre mi pecho pensando en todo lo que pasó, lo que pasa y pasará, pensando en un futuro de desconfianza en el otro por si porta este arma tan peligrosa, de no poder ver sonrisas, tapadas por las telas que a la vez nos protegen, por la incertidumbre de no saber si habrá más ataques o cómo remontaremos las actividades que nos dan sustento.
En definitiva, por la falta de libertad para movernos sin miedo. De repente, un rayo de sol roza mi cara, siento el calor que me despierta de mi letargo, y me doy cuenta de que se abren claros por donde entra luz. Desde mi ventana también veo miradas de solidaridad, de unión entre personas que antes no se miraban en sus edificios compartimentados.
Veo sonrisas y aplausos, música y conversaciones, bizcochos repartidos por las puertas, personas reinventándose en busca de un presente mejor para ellos y para los que les rodean. Veo lucha vencedora, que con sus cuidados gana terreno al enemigo invisible, empoderada por el afán de agarrarse a la vida de tantos heridos que consiguen levantarse y seguir.
Veo pantallas llenas de sonrisas, de brindis, de besos y abrazos virtuales que llegan a los corazones de sus destinatarios, llenando el vacío que da la soledad y el hastío, dando esperanza, sabiendo que pronto podrán sentir ese deseado calor humano.
Siento alivio en el pecho pensando en un futuro lleno de aprendizaje y de valor, de paciencia, sabiendo que al final de este camino, se encuentra la vida tal y como la conocemos, tal y como nos hace felices. Desde mi ventana veo el arco iris.