martes, 28 de abril de 2020


ANSIEDAD, ESA “AMIGA” INSEPARABLE

¿Qué es la ansiedad? Os preguntaba en estos días. Podemos  encontrar muchas respuestas y maneras de sentir esta sensación, por ejemplo:

                             



Estas cosas tan cotidianas, que a todo el mundo alguna vez nos pasa, no dejan de ser síntomas de ansiedad.

 Pero la gran pregunta es: ¿La ansiedad es siempre mala?


 La respuesta es NO. 



Vamos a ver la diferencia entre la ansiedad normal y la ansiedad que no lo es.


ANSIEDAD NORMAL      
ANSIEDAD ANORMAL O PATOLÓGICA
Reacción normal y adaptativa de nuestro cerebro
a las demandas del ambiente que nos rodea, ante el peligro, el estrés y la incertidumbre.
Nuestro cerebro sigue interpretando las señales del ambiente y las señales internas como amenazantes  o no seguras a pesar de que ese estímulo no es peligroso o no está presente en ese momento.
Puntual o de corta duración y de poca intensidad
Mantenida en el tiempo y de una intensidad moderada o fuerte. Se cronifica
No genera problemas a largo plazo
Puede interferir en la vida cotidiana, generar una excesiva  preocupación, sensación  alerta la mayor parte del tiempo y ser la base de  trastornos de ansiedad como las fobias, los ataques de pánico, ansiedad generalizada, etc.
Sirve para solucionar un problema o afrontar de manera efectiva una situación determinada
No sirve para afrontar de manera adecuada una situación, al contrario, nos dificulta lograr nuestros objetivos y disminuye nuestro bienestar.


Las personas percibimos al mundo y a nosotros mismos a través de nuestros sentidos. Los estímulos, ya sean externos o internos, llegan a nuestro cerebro que interpreta la información y da órdenes para preparar al cuerpo para la acción. Si la interpretación es positiva, el cerebro se queda tranquilo o genera sensaciones positivas y todo fenomenal. 


¿Pero si la interpretación es negativa?

El cerebro capta la señal de peligro y miedo y se prepara para defendernos generando sustancias que disponen al cuerpo para ello: aumentando la atención y la alerta, tensando la musculatura que puede ser necesaria para huir, acelerando el corazón para que bombee más sangre a esos músculos que ahora la necesitan más, entre otras reacciones,  que nos preparan para enfrentar el peligro.

 Imaginaos que vamos paseando y nos encontramos a un lobo. ¿Cómo reaccionaríamos? ¿Cómo estaría nuestro cuerpo ante semejante peligro? 


Pues esa es la ansiedad saludable que prepara al cuerpo ante un peligro real y puntual. También la ansiedad normal del día a día ante los retos nuevos, ante algo desconocido, o a enfrentarnos a algo desagradable para nosotros…nos pone a punto para afrontar el día a día de una manera más efectiva. Por eso es normal que acabemos agotados después de un día con mucha exigencia exterior e interior.

Las experiencias altamente estresantes en nuestra vida, a veces,  se  congelan en la memoria de nuestro cerebro y para él es como si viviéramos en una constante situación de peligro y de alerta  a nivel inconsciente, con lo que nuestro cuerpo se queda más  o menos activado de manera continua, incluso no siendo capaces de permanecer tranquilos sin hacer nada que nos distraiga.


 Y cuando esta ansiedad, que en principio es normal y adaptativa, se prolonga en el tiempo, el cuerpo resiste, pero al final se agota y notamos todas estas sensaciones que describíamos al principio: 

Falta de concentración y memoria 
Alteración del sueño
Falta de aire
Sensación de intranquilidad
Dolores musculares y de cabeza

 Muchas veces nos acostumbramos a estas sensaciones y no le damos la debida importancia, pero la ansiedad sostenida en el tiempo es perjudicial para nosotros y puede ser la base para otro tipo de trastornos como la depresión o los ataques de pánico, dolores en distintas partes del cuerpo u otras afecciones físicas.

 Por eso, es importante afrontar los efectos de la ansiedad, aprender a bajar esa activación del cuerpo mediante diferentes técnicas o contar con la ayuda de un profesional de la psicología que nos ayude a colocar bien la información en nuestro cerebro para que los efectos de la ansiedad prolongada sean lo más mínimos posibles.